Dos semanas por Cataluña
En Calella se han encontrado restos romanos del siglo I a.C. El comercio de ultramar y la industria textil le hicieron crecer en la edad moderna hasta llegar a los años sesenta del s.XX, cuando el turismo y la actividad comercial se convierten en sus principales actividades.
Lo que hoy es la Plaza del Ayuntamiento, ha sido siempre un punto neurálgico de la villa, como lugar de encuentro y donde se celebraba el mercado semanal desde 1328 hasta el inicio del siglo XX. El mercado se celebraba todos los miércoles que era el día dedicado al dios Mercurio, patrón de viajeros y comerciantes. También se celebraba en este lugar la feris de la Ascensión.
En el año 1400 el núcleo urbano estaba formado por 40 familias. En la plaza vivían las familias más importantes y era el centro de la vida social.
Es interesante el Museo-Archivo Municipal en un edificio construido en el siglo XVI-XVII. Durante un tiempo fue la casa de los maestros y la prisión municipal.
Gerona, de origen prerromano, nació sobre un altozano cerca de las aguas del río Onyar, en una tierra atravesada por la Vía Augusta. Fue ocupada entre 714 y 716 por los musulmanes, que sólo estuvieron en ella siete décadas, lo que explica la falta de restos árabes en la ciudad.
Posteriormente pasó a depender de Carlomagno y quedó integrada dentro del imperio franco. A partir de la segunda mitad del siglo X llegó a la plenitud y consagró el culto cristiano con la restauración de la Catedral.
Hasta bien entrado el siglo XIII Girona tenía vizcondes propios y constituía el centro de un condado que estaba unido al de Barcelona. A mediados del siglo XV era la tercera ciudad del Principado.
La Guerra del Francés, a principios del siglo XVIII, significó el destrozo urbanístico de la ciudad, aunque en el siglo XIX Gerona se convirtió en ciudad administrativa. Con la desamortización de 1835 se liberaron muchos terrenos que se pudieron empezar a utilizar para la industria.
En 1895 las murallas fueron derruidas para impulsar, en 1897, el proyecto urbanístico de Eugeni Campllonch.
En la década de los 1950, la ciudad vivió una importante recuperación económica. Este crecimiento se vio reforzado con la llegada de la inmigración y la anexión de algunos municipios vecinos.
Lloret de Mar ya estaba poblado en épocas remotas: en los siglos IV-III a.C. hubo asentamientos íberos en el cerro del Castellet y posteriormente poblados romanos, como lo atestigua el sepulcro de esta época encontrado en la zona. El asentamiento medieval, cerca del mar, se pudo llevar a cabo gracias a la construcción del castillo de Sant Joan, promovido por Sunifred de Girona.
En el siglo XVIII, después de una larga etapa de asentamiento, Lloret se consolida como un puerto muy valorado para los navegantes que querían hacer las Americas. La marina mercante que hacía estos trayectos recogió los frutos de su esfuerzo con la promulgación, en el año 1778, de manos de Carlos III, del Decreto de Libre Comercio.
Desde los años veinte (e incluso antes), Lloret de Mar había acogido durante los veranos a selectas familias de la sociedad de Barcelona y su entorno, que buscaban en las playas lloretenses un ambiente agradable.
Al terminar la Guerra Civil Española, la burguesía barcelonesa y de los alrededores volvió a elegir Lloret de Mar como población para sus vacaciones. Con el paso del tiempo, Lloret fue cada vez más reconocida, y su fama trascendió los límites fronterizos del Estado Español, con lo que empezaron a aparecer las primeras caras extranjeras.
Así pues, durante la década de 1950, la población comenzó a recibir a los primeros visitantes extranjeros. Por entonces, Lloret de Mar empezó su gran transformación urbanística y los lloretenses empezaron a orientarse hacia el negocio turístico, aprovechando su privilegiado perfil costero.
La historia, las tradiciones y la gente de Lloret están unidas desde siempre al Mediterráneo.
Figueras es la cuna del genial pintor surrealista Salvador Dalí y donde se puede visitar el Teatro-Museo Dalí, situado en el antiguo teatro municipal es hoy día una de las principales citas culturales de la ciudad. Fue diseñado por el propio Dalí y en él se recoge una importante exposición que, a través de numerosas obras, permiten realizar un recorrido por la trayectoria del que fue considerado como maestro del Surrealismo.
Otros dos museos vienen a completar la oferta cultural de Figueres: el Museo del Juguete de Cataluña, que expone una interesante colección de juguetes de diversas épocas, y el Museo de l’Empordà, donde es posible adentrarse en la historia y el arte de la comarca.
Figueres cuenta, además, con un importante patrimonio monumental, abundantes ejemplos de arquitectura modernista y neoclásica diseminados por todo el centro de la ciudad. El casco histórico de Figueres queda delimitado por vestigios de su antigua muralla, levantada en la Edad Media para defender la villa.
Es agradable un paseo por la plaza del Ayuntamiento, la antigua judería y la Rambla como auténtico eje vertebrador de la ciudad.
Es interesante pasear por la arquitectura de los siglos XIX y XX. Cabe destacar la gran profusión de edificios modernistas y de estilo neoclásico.
Evidentemente Barcelona es inmensa y requiere tiempo para disfrutarla con tranquilidad. En esta ocasión no disponiamos de tiempo y nos dedicamos a vivir intensamente el día de Sant Jordi, paseando por las Ramblas, el Paseo de Gracia y toda la zona repleta de puestos de libros y rosas. En el recorrido, superconcurrido de gente, pudimos comprar algunos libros, conseguir alguna dedicatoria de sus autores (imposible de aquellos más conocidos, por tener que hacer colas interminables y estar muy tasado el tiempo de que contábamos).
Lo que nos fue imposible fue conseguir un hueco en un bar o restaurante de la zona.